Decae la productividad

El Mercurio

18 de mayo de 2016

 

Dado el magro dinamismo que exhibe la economía nacional, la atención pública se ha volcado hacia el pobre desempeño de la productividad. El Gobierno y la principal agrupación empresarial han creado sendas comisiones y elaborado propuestas. Un proyecto de ley con ciertas innovaciones en la regulación del mercado de capitales y la tributación de las exportaciones de servicios acaba de iniciar su tramitación. La preocupación es válida: de acuerdo con el índice Icare-Clapes UC, recientemente publicado, la llamada «productividad total de factores» (PTF) cumplió a fines del año pasado diez trimestres consecutivos de caída, algo rara vez visto, especialmente en ausencia de una recesión internacional.

Con todo, el referido indicador debe ser interpretado con cuidado. A diferencia de otras mediciones -como el IPC o el desempleo-, no se extrae de una muestra de datos individuales, debidamente procesados mediante técnicas estadísticas. La PTF es un concepto abstracto que se elabora a partir de grandes variables macroeconómicas -PIB, inversión, empleo- y utiliza supuestos metodológicos muy específicos. En consecuencia, más que una medición de la realidad, es una representación de los indicadores agregados del desempeño de la economía que resulta útil para fines de análisis.

En particular, la PTF sirve para visualizar las tendencias de largo plazo de la eficiencia productiva, esto es, el rendimiento conjunto del capital y del trabajo. En cambio, su evolución trimestral, o incluso anual, está muy influida por factores de corto plazo. Así, por ejemplo, en los últimos dos años, la disociación observada entre la fuerte desaceleración cíclica de los indicadores de producción, por una parte, y la persistencia de un cierto dinamismo del empleo, por la otra, es posible que haya redundado en una reducción pasajera de la PTF. De hecho, es probable que en los trimestres venideros, a medida que se deteriora el panorama ocupacional, paradójicamente, las mediciones coyunturales de la PTF comiencen a repuntar.

El uso de la PTF para evaluar la estrategia de crecimiento también presenta problemas porque pasa por alto importantes diferencias sectoriales. Por ejemplo, su comportamiento durante las últimas décadas da una visión exagerada de la verdadera declinación de la eficiencia productiva del país, ya que toma la inevitable disminución de la ley de nuestras explotaciones mineras como un defecto de productividad. Otro tanto ocurre con la reorientación de la actividad económica desde la industria hacia los servicios, los que utilizan más mano de obra y suelen mostrar una productividad laboral media inferior.

Sin perjuicio de los reparos indicados, hay que celebrar la iniciativa de Icare y Clapes UC de elaborar y difundir estas estimaciones agregadas de la productividad. Contribuyen con ello a poner en la mira el principal desafío que enfrenta Chile para retomar el crecimiento, el cual exige hacer de la eficiencia productiva una prioridad. Más allá de sus limitaciones, el indicador de PTF ilustra que en esa materia Chile no lo está haciendo bien.

No es de extrañar que nuestra productividad decaiga si -como informa la Corporación de Bienes de Capital- los planes de inversión de las empresas para los próximos cinco años son hoy US$ 34.000 millones -o 46%- menores a los de dos años atrás, producto de recortes en minería, energía y otros rubros. Al destinarse a los sectores de mayor rendimiento y aportar tecnologías innovadoras, las nuevas inversiones suelen ser la principal vía en que las economías consiguen ganancias de productividad. En los últimos dos años el clima de negocios en Chile ha experimentado un marcado deterioro y ello ha perjudicado gravemente la marcha de las inversiones, los emprendimientos y la productividad.

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Fuente: El Mercurio, 18 de mayo de 2016

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